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Miércoles 1 de septiembre de 1999


LA HERMOSA TAREA DE INFORMAR

El siguiente artículo fue escrito para la edición de agosto de Bolivian Press, periódico mensual que se edita en Nueva York.


Por Hernán Maldonado


Miami - ¿Cuántos bolivianos residen en el exterior? La única manera de saberlo es la de promover un censo a cargo de nuestras principales embajadas. Así se acabaría esa inútil discusión de si en Argentina vive medio millón de compatriotas o si es inferior al número de los que radican en Estados Unidos o Brasil.

A los efectos prácticos, el saberlo conduciría quizás a promover con mayor énfasis su decisión de mantener vigentes sus derechos ciudadanos, como el de ejercer el voto en las elecciones nacionales, y quizás hasta promover una legislación que reconozca, por práctica, la doble nacionalidad.

Entretanto, nunca se sabrá a ciencia cierta cuántos bolivianos conforman la diáspora. Ni siquiera se tendrá una idea de si realmente el país ha sido víctima de la fuga de cerebros o si efectivamente son bolivianos los más disciplinados mineros de Chuquicamata o los zafreros de Jujuy y Tucumán.

A nuestra clase política parece importarle poco el boliviano residente en el exterior. Con alguna excepción, acérquese usted a cualquiera de nuestras embajadas o consulados en el exterior y será tratado poco menos que como un extranjero.

A los que dejamos un día la patria buscando mejores horizontes se nos hace difícil el retorno. En lugar de facilitarnos las cosas, nuestras autoridades y hasta nuestro entorno parecen empeñados en vernos como a foráneos. Y ni qué decir cuando por un largo tiempo hemos adquirido hasta otro acento en el hablar.

A pesar de todo, el sentido de patria, el amor a lo boliviano, el calor a lo nuestro vive con nosotros, palpita en lo más hondo de nuestro ser. Uno puede cambiar de apellido, de posición económica, de estado civil, de religión o ideología, lo que no cambiara nunca es su bolivianidad. Y es que ésto está más allá hasta de la nacionalidad. Hace años conocí en España a un compatriota que salió exiliado en los años 50. Cuando conversé con él tuve la impresión de hacerlo con un catalán de pura cepa por su pronunciamiento gutural de la g.

La última vez que fue a Bolivia fue en 1964 tras la caída del tercer gobierno de Víctor Paz Estenssoro. No demoró mucho en desilusionarse y volver a España. Cuando lo conocí, hacía 30 años que no había ido a Bolivia. No quería saber más nunca de Bolivia.

Uno de esos días conocí a su esposa española y me reveló que el amigo ciertamente había “borrado de su mente a su país de orígen”, pero antes había tenido el cuidado de enseñarle a hacer chuño en el refrigerador para el fricasé o chicharrón de todos los sábados en su espaciosa mansión de Barcelona.

Y es que Bolivia lo puede sacar a uno, pero uno no puede sacarse a Bolivia. Así de simple.

Justamente estos días en Malmoe, Suecia, se produce un encuentro de bolivianos residentes en Europa por décimo año consecutivo. Cada uno de esos encuentros, de una semana de duración, ha sido un éxito rotundo. Este año se pensaba en una asistencia de 400 personas y el entusiasmo es tal que se cree que se duplicará esa cifra.

Durante una semana los compatriotas se reúnen en conferencias, en campeonatos de fútbol, de cacho, sapo. Hay una entrada de carnaval; bailes todas las noches, y todo coronado con una cocina en la que durante el convivio uno puede darse el gusto de platos tales como la sajta tarijeña, el popular pique a lo macho, la ranga ranga, los picantes en todas sus manifestaciones y por supuesto las salteñas de toda clase.

La organización de que hacen gala estos grupos de compatriotas en Suecia y en otras partes del mundo habla a las claras del potencial boliviano. Pero la vida fuera de las fronteras de nuestra patria no sólo son bailes, comidas, sino también el cultivo del conocimiento. No hay nada mejor que un individuo bien informado. En el epílogo del siglo, la maravilla del Internet hace que tengamos la facilidad de estar más cerca de Bolivia todos los días.

Pero tampoco basta. Nada sustituirá a la información impresa, al libro. Por eso vale resaltarse el notable esfuerzo del compatriota, el ingeniero Rubén Gosálvez, de sacar a luz The Bolivian Press, el dairio mensual llamado a acentuar los vínculos que nos unen a los bolivianos en el exterior y al que gustoso le brindo mi apoyo.