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Martes 1 de diciembre de 1998


BOLIVIA SIN ARTE NI PARTE
EN LA "GUERRA DEL PISCO"

Por Hernán Maldonado


MIAMI – La feroz "guerra del pisco" que libran desde mediados de este año Perú y Chile no ha producido todavía bajas pero, como toda guerra, está costándole un dineral a los contendientes.

Bolivia, que quizás produce mejor pisco que chilenos y peruanos, no ha dicho esta boca es mía, pero tampoco parece estar interesada en sacar provecho de un conflicto que alcanza proporciones internacionales.

Las hostilidades se abrieron hace un par de meses cuando los productores chilenos, a un costo de 2 millones de dólares, iniciaron una campaña mundial para convencer al mercado de las bondades de su pisco.

La promoción comenzó con un bonito artículo en la Gazeta Mercantil Latinoamericana, esa especie de "The Wall Street Journal" que se publica con enorme éxito en Brasil y que es reproducido cada semana en una veintena de grandes diarios del continente.

Inmediatamente le siguió una catarata publicitaria en las radioemisoras de las principales ciudades estadounidenses, amén de vallas en autopistas y en carteles llamativos y bien hechos en las paradas de autobuses de los estados de Florida, Texas, California e Illinois, los más poblados del país.

El mensaje es lacónico y contundente. Beba pisco chileno. De ahí las variantes: la bebida más deliciosa del mundo, acarice su paladar, dése el gusto de los dioses. Rechace las imitaciones, etc, etc.

Hasta antes de esa colosal ofensiva, el pisco peruano había sentado sus reales en el mercado, llamando la atención con sus originales envases negros de colección con la silueta de un inca.

Como la propaganda ahora trata de convencer a los más incautos que el pisco es de orígen chileno y que si no es chileno no sirve, entonces los peruanos han reaccionado furibundamente y han pasado al contraataque.

Beatriz Boza, presidenta del Instituto de Defensa de la Competencia y la Propiedad Intelectual (Indecopi) del Perú puntualizó que su país "mantiene su empeño de reivindicar internacionalmente la titularidad y la procedencia del mencionado aguardiente".

La prensa peruana no ceja en restar credibilidad a la campaña promocional chilena, tachándola de inmoral, al punto de recordarle a los consumidores que tan peruano es el pisco como Machu Picchu.

En su alegato no olvida mencionar que Perú inclusive cuenta con una ciudad que se llama Pisco (pájaro en quechua), porque en sus inmediaciones desde tiempos inmemoriales se cultiva la uva de la que se fabrica la bebida.

La guerra peruano-chilena está en pleno auge y tanta es la pugna publicitaria que de pronto, según testimonios de dueños de bares en Miami, los comensales han olvidado sus preferencias habituales para pedir un "pisco sour", o lo que los bolivianos conocemos como un "yungueño".

Si el conflicto gana en intensidad, los favorecidos serán los exportadores del pisco de los dos países, con el consumidor como árbitro supremo.

Los bolivianos, apartados de este singular lío, nos contentaremos con proclamar que ni el chileno ni el peruano se igualan a nuestros productos de las campiñas cinteñas y tarijeñas. Un magro consuelo en momentos en que la colosal publicidad nos abre gratuitamente una gigantesca puerta a la exportación.

Mientras tanto el gobierno peruano, a través de Boza, advirtió que llevará el caso a la próxima reunión de la Organización Mundial de Comercio para "objetar la denominación de orígen que Chile pretende hacer prevalecer y para que no la use a nivel internacional porque (pisco) es un término peruano usado desde el siglo XVI e incluso desde la época del incario".