Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Miércoles 22 de noviembre del 2000


Adiós al Mundial del 2002

Por Hernán Maldonado


Los uruguayos llegaron a Bolivia con tres semanas de anticipación para aclimatarse a la altura de La Paz y desde que se bajaron del avión en Cochabamba, en medio de algunas cortesías hipócritas, anunciaron lo que harían en el estadio Hernando Siles.

De cuando en cuando su entrenador, el argentino Daniel Passarella, nos dijo también que su equipo se daría más que satisfecho con un empate. En función de este resultado trabajó con sus hombres los 21 días y el miércoles pasado se llevó desde La Paz el punto que vino a buscar.

Lo increíble, en todo ese monumento al antifútbol que fue el partido (porque fue anunciado que así soso sería), fue la fe en la victoria que le pusieron los 35.000 aficionados que fueron al estadio, en una muestra monumental del hambre de victorias, de satisfacciones, de buenos momentos que ansía el país.

Increíble también que nuestro estratega, Carlos Aragonés, sabiendo lo que iba a hacer el rival, no hubiera preparado a sus muchachos técnica y psicológicamente para contrarrestar esa perversa estrategia, esa malsana táctica que debía avergonzar al bicampeón mundial.

Hace 39 años, cuando Bolivia y Uruguay jugaron y empataron por primera vez en La Paz para las eliminatorias del Mundial Chile 62, la táctica y la estrategia de los celestes fue la misma. Retrasar filas, armar una muralla del mediocampo para atrás, el cerrojo en el área grande, la pierna fuerte para el rival…

…Y claro. Buscar perder el tiempo lo más que se pueda, con retrasos en la reanudación del encuentro, con simular lesiones fuertes, con buscar la falta a propósito, con la discusión sobre la ubicación de la barrera para la ejecución de los tiros libres... En fin todas esas artimañas antideportivas.

El arbitro argentino Horacio Elizondo, designado entre gallos y media noche para reemplazar a un brasileño, se “prestó” a las chicanerías y se hizo de la vista gorda para expulsar a Federico Magallanes, autor de una agresión flagrante a uno de los jugadores bolivianos.

Al final, Passarella festejó victorioso el empate y cuando le preguntaron si sus hombres se habían aclimatado en los 21 días que estuvieron en Bolivia, con todo desparpajo dijo: “ni viviendo aquí 75 meses podrían aclimatarse”.

Passarella no es la primera vez que se muestra como un enemigo del fútbol en La Paz. Ya en la Copa América de 1997 protagonizó un escándalo monumental. Y se equivocaron los que esperaban que tras el pronunciamiento de la FIFA pudo haber cambiado. Passarella es un enemigo de los paceños en particular y de los bolivianos en general. Así de simple.

Y en cuanto a nuestro equipo, Aragonés falló en el planteamiento del partido. Los jugadores que tenemos todavía están muy bizoños para el fútbol de alta competencia. No hay aún a la vista astros que reemplacen a los de la camada del 94. Pero, en gran medida, la culpa de que ya no estemos en la lucha para ir al mundial del 2002 no la tienen ni Aragonés ni los jugadores.

La culpa es estructural en gran medida. Pudo haberse hecho mucho más, pero nuestros dirigentes condenaron a nuestra selección al fracaso rotundo que estamos viendo ahora cuando contrataron por cifras más allá de nuestras posibilidades a un charlatán como Héctor “Bambino” Veira.

A esos dirigentes habría que responsabilizarles del desastre actual. Por lo menos esto deberíamos hacer, dado que es cada vez más una utopía llevarlos ante un juez y hacer que respondan, por ejemplo, qué fue de los millones que recibieron por contratos de publicidad, qué hicieron con los derechos de televisación de los encuentros. Que nos digan, en pocas palabras, ¿por qué la Federación Boliviana de Fútbol actualmente no tiene ni para pagar a los jugadores seleccionados?





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