Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 14 de abril del 2002


LA IMPARCIALIDAD PERIODISTICA

Por Hernán Maldonado


El que los periodistas se pongan la camiseta de uno u otro bando conspira contra su propia seguridad y, lo que es peor, hace que se produzca una "lenta, dolorosa y peligrosa erosión de nuestro trabajo", escribió hace poco en The Independent de Londres, Robert Fisk.

Ningún ejemplo más claro que lo que acaba de ocurrir en Venezuela donde los periodistas tomaron partido por el bando contrario al presidente Hugo Chávez Frías, jugaron un papel decisivo en su derrocamiento y, cuando volvió éste, nadaban en la incertidumbre de no saber qué hacer o decir.

"El mejor oficio del mundo", como lo denominó Gabriel García Márquez, deberá replantear su rol en Venezuela. Quizás halle que hay que volver a la imparcialidad, uno de sus principales fundamentos éticos.

Jorge Ricardo Masetti, fundador de Prensa Latina, solía negar aquello al sostener que el periodista no podía ser imparcial entre la justicia y la injusticia, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal.

Por eso talvez ya desde la Guerra de Vietnam los periodistas se pusieron sin tapujos el uniforme del ejército de Estados Unidos. Lo mismo ocurrió en la Guerra del Golfo y ahora en Afganistán hasta Geraldo Rivera apareció pistola al cinto como si llevara el encargo de liquidar personalmente a Osama Bin Laden.

En Venezuela, los periodistas entraron abiertamente en guerra contra Chávez. Talvez intereses de otra índole y desde otras latitudes los motivaron para actuar así. Los más significativos fueron munidos de evidencias incontrastables de los errores y malandanzas del régimen chavista.

Con esas pruebas en la mano, varias de ellas obtenibles sólo gracias a una alta tecnología, pusieron al descubierto graves casos de corrupción, la complacencia/negligencia del gobierno con la guerrilla colombiana y el encubrimiento, por decir lo menos, del famoso caso de Vladimiro Montesinos.

El jueves último en el pandemonium que se armó en Caracas, las televisoras fueron unilaterales en la cobertura de la información. En las entrevistas a funcionarios chavistas sus interlocutores parecían fiscales antes que periodistas. Ya en la madrugada, más de un reportero, como uno de Globovision que informaba desde el aeropuerto de La Carlota, ofició abiertamente de político al endilgar grusos calificativos a Ernesto "Ché" Guevara.

En esas dramáticas horas y mucho antes, nadie pareció prestar atención a la última encuesta de Datanálisis que, con todos los errores que podía tener, daba todavía a Chávez un porcentaje de simpatías del 30 por ciento del electorado.

En esa misma encuesta se establecía que, aunque un 62 por ciento de la población no votaria por Chavez si hubiera elecciones en este momento, el presidente todavía ganaría esos comicios porque ninguno de sus potenciales opositores se acercaba a aquél 30 por ciento.

Esas cifras eran elocuentes si se tiene en cuenta que actualmente el presidente del Perú goza de sólo un 25 por ciento y que Hugo Bánzer Suárez ganó las elecciones en Bolivia con un 22 por ciento.

Como los periodistas no conforman ningún partido político no supieron que hacer ni decir el sábado cuando las multitudes chavistas tomaron las calles exigiendo el retorno de Chávez. Creyeron que con su silencio o ignorando lo que ocurría revertirían la situación. Lo más que hicieron fue clamar por el respeto a sus vidas cuando los oficialistas tomaron violentamente Radio Caracas Televisión y amenazaban con hacer lo mismo con otros medios.

Felizmente el pugnaz Chávez, que se ha ganado la enemistad de la Iglesia Católica, de los empresarios, los trabajadores y de los medios, regresó con una rama de olivo en la mano y en su primer mensaje, tras su reposición en el cargo, convocó a todos los venezolanos a la paz, al diálogo y a rectificar errores.

Chávez se olvidó de sus anteriores consignas de desenvainar la espada, de darle "plomo cerrado" a sus opositores y prometió que se respetarán los derechos humanos. Ha corrido ya mucha sangre en Venezuela para que no sea así.





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