El masoquismo colectivo




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Viernes 2 de julio del 2010


EL MASOQUISMO COLECTIVO

Por Hernán Maldonado

Nunca he podido entender como es que hay mujeres, generalmente, que son víctimas de los más groseros maltratos de parte de sus esposos y sin embargo no los denuncian y se aferran a él, vaya uno a saber si por los hijos, por el temor a la soledad o el terror al desamparo económico.

Eso que ocurre en el núcleo principal de la sociedad, si tiene un alcance nacional asume las características de verdadera tragedia. Es como para salir corriendo sin voltear la cabeza porque pareciera que el envilecimiento ha tocado fondo.

Se me ocurre todo lo anterior al enterarme de que recientes encuestas muestran un repunte del dictador venezolano Hugo Chávez en las simpatias del electorado de cara a las elecciones parlamentarias del 26 de Septiembre.

"Pónganme el petróleo a cero y Venezuela no entra en crisis", vociferó Chavez hace un par de años cuando el barril de petróleo que se vendía en 127 dólares empezó a bajar aceleradamente hasta ubicarse hoy en día en un promedio de 75.

El manirroto dictador que en 11 años ha despilfarrado 975.000 millones de dólares empezó a confrontar problemas de toda clase. En enero del 2010, de un 60 por ciento, su popularidad bajó a la mitad. Venezuela empezó a tomar conciencia de su pésima labor gubernamental y la hediondez de la corrupción que le acompaña.

La infraestructura vial en ruinas, las industrias del petróleo, el hierro, el aluminio, cemento, electricidad entraron en quiebra. La inflación se aceleró, el desabastecimiento de artículos de primera necesidad es pavoroso; los servicios públicos virtualmente no existen, los hospitales carecen de insumos, faltan aulas escolares, fracasó el plan de vivienda y cada semana el hampa mata a un promedio de 50 venezolanos.

La guinda de la torta fue el descubrimiento hace un mes de 130.000 toneladas de comida podrida en contenedores abarrotados en los muelles, que nunca fue vendida o distribuida entre los necesitados. Se calcula que sólo con la leche que se pudrió podía atenderse por dos años el desayuno escolar en todo el país.

La bronca podía cortarse con un cuchillo. Fue entonces que el lenguaraz dictador apareció en cadenas de radio y TV casi diarias y a veces dos veces un mismo día para hablar de las bondades de su "revolución bonita". El resultado es que anda otra vez con el 40 por ciento de la aprobación popular, por increible que parezca.

Ahora es que recién uno se explica cómo es que Joseph Goebbels convencía al pueblo alemán que Hitler estaba ganando la guerra, cuando los rusos ya cañoneaban Berlín. Y pensar que entonces no había aún televisión como la que dispone ahora el petrodictador al por mayor para erigirse en el moderno Flautista de Hamelin.