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Miércoles 12 de enero del 2000


EL "FISCAL DE HIERRO"

Por Hernán Maldonado


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Miami - Al comienzo de su gestión, por la rapidez con que actuaba, la seriedad y severidad de sus requerimientos, la prensa boliviana etiquetó a Rodolfo Gutiérrez como el "Fiscal de Hierro". Daba la impresión de que limpiaria al país de delincuentes y corruptos.

Ha pasado el tiempo y ahora Gutiérrez, no sólo que pisa arenas movedizas, sino que busca salir del fango a raíz de denuncias que lo involucran en el contrabando de automóviles "chutos" vía Chile.

Es más, este lunes Marco Marino Diodato denunció haber sido instado por Gutiérrez a involucrar al presidente Hugo Bánzer Suárez en el escándalo del que el italiano es el principal acusado. Diodato reveló parte de una supuesta trama para desestabilizar al gobierno.

El jefe de Falange Socialista Boliviana, Otto Ritter, avaló las denuncias de su ex cliente, situándolas en esa supuesta lucha entre "Pitufos" y "Dinosaurios" de ADN. Gutiérrez, por su parte, desmintió rotundamente al italiano con el sólido respaldo del ex ministro del Interior, Guido Nayar.

Pero qué credibilidad puede asignársele ahora a Gutiérrez cuando el propio viceministro del Interior, José Orías, lo acusó de tener "un afán de figuración y protagonismo" que lo han llevado a "excederse en sus atribuciones específicas..." (La Razón 9/29/99).

Cuando se develó el caso Diodato, Gutiérrez estaba en la cúspide de la popularidad. Se lo veía en los periódicos y en todas las pantallas de televisión anunciando revelaciones espectaculares. Con unos lentes oscuros con los que se daba la apariencia de un sabueso del FBI, era el personaje de la hora.

En esos días unos policías abusivos quemaron en una celda de la Interpol a un ciudadano peruano y el fiscal muy orondo declaró que éste había intentado suicidarse por "motivos pasionales", porque se descubrió "que estaba en La Paz con una mujer que no era la suya".

Pero resulta que Freddy Cano, pese a las tremendas quemaduras, todavía tuvo arrestos para revelar lo que verdaderamente le había ocurrido. Fue repatriado agonizante en medio de hondas muestras de repudio en los dos países. Nuestro "Fiscal de Hierro" quedó en el ridículo, pero ni se inmutó.

Mientras se embarullaba más el caso Diodato, Gutiérrez fue llamado a intervenir en el caso de la violación y asesinato de la pequeña Patricia y también, muy suelto de cuerpo, presentó como al principal acusado a Odón Mendoza, regente de la escuela Juariste Eguino.

Apoyó su requerimiento en contra de Mendoza en unas supuestas muestras de ADN del regente, que nunca habían sido analizadas, hecho por el que perdieron sus puestos en septiembre pasado el director nacional de la PTJ, Carlos Sánchez, el director departamental Oscar Guerrero y el jefe de la división de homicidios, Antonio Catacora.

Nuestro "Fiscal de Hierro" tendría también que haber sido destituido, pero no ocurrió tal cosa porque Gutiérrez les ganó la mano a sus superiores retirándose del caso. Luego se perdió en la oscuridad de la burocracia hasta que a fines del año pasado funcionarios aduaneros revelaron que él y su mujer introdujeron cinco vehículos de contrabando, dos de ellos personalmente.

Gutiérrez, ha proclamado su inocencia. Ahora también se ha cuidado de no renunciar, como un mínimo de ética profesional se lo exige desde el bullado caso del peruano quemado.

Y es que Gutiérrez no es Kendall Coffey. ¿Se acuerdan de él? Es el fiscal que mandó a la cárcel en Miami a mediados de la década pasada a una docena de bolivianos acusados de tráfico de drogas, incluyendo al coronel Faustino Rico Toro.

Coffey, poco después de terminar con el caso Rico Toro, creía tener todos los hilos bien atados para mandar también a la cárcel a los colombianos Augusto "Willie" Falcón y Salvador "Sal" Magluta, acusándolos de haber introducido a Estados Unidos 75 toneladas (75,000 kilos) de cocaina en un lapso de 10 años.

Los acusados, contando con esos abogados capaces de convencer de que los chanchos vuelan, (y un jurado corrupto, como se demostró después) lograron evadir a la justicia. (Años después Falcón volvió a ser enjuiciado y enviado a la cárcel, pero por el delito de violación a la ley sobre armas de fuego).

El día que Falcón y Magluta se salieron con la suya, Coffey (que no sabía aún lo del jurado sobornado) creyó que la única forma de superar el abatimiento era tratar de no pensar más en el sonado caso que le costó años de investigaciones. Se fue a un local donde las bailarinas cubren su pudor sólo con el lapiz labial y se tomó unos tragos demás.

Al filo de la madrugada, una de las jovencitas trató de consolarlo en su mesa y lo único que se ganó fue un mordisco en un brazo. Luego nadie recordó que Coffey fue quien envió a la cárcel a decenas de narcos. Lo trascendente fue su inconducta. Imperdonable en un representante de la ley. Y él lo supo. Renunció a las 24 horas.