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Viernes 21 de octubre del 2016


ESTADOS UNIDOS ESTRENARA PRESIDENTA

Por Hernán Maldonado

A menos que ocurra algo realmente extraordinario, casi nadie tiene duda de que en enero del 2017 Estados Unidos posesionará en la presidencia, por primera vez en su Historia, a una mujer: Hillary Clinton.

Todas las encuestas le dan amplio margen a la candidata del Partido Demócrata para derrotar sin atenuantes a su rival republicano, el multimillonario Donald Trump, quien todos los días comprueba que la lengua es castigo del cuerpo.

En los últimos tiempos, en muchos países las encuestadoras han quedado muy mal paradas porque los resultados de las urnas han sido contrarios a sus predicciones. Ocurrió en Venezuela el 6 de diciembre cuando la oposición apabulló al oficialismo en las elecciones parlamentarias, sucedió en el referendo del Brexit, sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y, más recientemente, en el referendo colombiano.

Los ejecutivos de las encuestadoras argumentan que los encuestados, por diferentes razones, no siempre dan respuestas correctas sobre lo que verdaderamente van a hacer. Es decir, guardan su intención de voto hasta el último momento.

En Estados Unidos ese no parece ser el caso y por eso los sondeos de opinión dan como clara ganadora a Clinton, hasta por 13 puntos de ventaja. Tras el tercer debate, la cadena FOX realizó una encuesta. El 80% de los consultados respondió que lo dicho allí no influyó en su decisión tomada, a favor de uno u otro candidato. Solo un 13% dijo que el debate había influido para que cambiara de opinión.

Esta ha sido una de las campañas más decepcionantes para la gran democracia estadounidense por las acusaciones recíprocas entre ambos candidatos. La conclusión parecía ser que si es verdad lo que Clinton dice de Trump o lo que éste dice de su rival, entonces ninguno merece ser presidente del país.

Con este criterio ganando la mente de los votantes, la balanza se inclina por votar por el menos malo y allí navega bien la abanderada demócrata. Trump, que en algunos momentos levantó inusitado entusiasmo en gran parte del electorado, con su arrogancia, prepotencia (se jactó de no haber pagado impuestos), xenofobia, apareció en la parte final de la campaña como un desaforado tercermundista, amenazando inclusive (si gana) de mandar a la cárcel a Clinton, como si esa decisión, si se diera, no fuera facultad privativa del Poder Judicial.

Ha cometido tantos excesos, que virtualmente todos los medios de Estados Unidos están en su contra, así como medio centenar de parlamentarios y figuras relevantes del republicanismo. Por supuesto que las mujeres en su gran mayoría no quieren saber nada de él por los denuestos que lanza a diestra y siniestra. Ni que decir de los hispanos. Todavía está sembrada en la mente de muchos la caracterización que hizo de Miss Universo 1996, Alicia Machado, a la que llamó "pequeña cerdita" que solo sirve para "sirvienta". 27 millones de votantes hispanos, la mayoría de origen mexicano, seguramente recordarán que los llamó "delincuentes, drogadictos, narcotraficantes".

El más reciente exabrupto de Trump ha sido prometer que solo reconocerá el resultado de las elecciones del 8 de noviembre si él es el ganador, una posición que ha acabado por pintarlo como un déspota, al punto que los demócratas están difundiendo propaganda electoral comparando a Trump con el militarote que destruyó Venezuela, Hugo Chávez.

La elección está definida. (Aunque sea tapándome la nariz votaré por Clinton, escribió un lector en El Nuevo Herald). ¿Qué sería lo extraordinario que podría hacer cambiar la suerte? Hay muchos imponderables, pero se me ocurren dos de trascendencia: 1) Que salgan a votar esos 80 millones que nunca lo hacen (Los "rednecks" -clase de bajos ingresos del país profundo--, despectivo que ha usado Bill Clinton para apoyar a su esposa y 2) Que millones que están convencidos que Clinton ganará fácilmente, no se molesten en ir a votar. Amanecerá y veremos.