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Miércoles 26 de abril del 2000


MONUMENTO A LA ESTUPIDEZ

Por Hernán Maldonado


Dentro de unos años, cuando a alguien se le ocurra escribir la historia sobre el balserito Elián González, encontrará tanta mentira, odio, desfachatez y politiquería que bien podría titular su obra como el Monumento a la Estupidez.

Todo comenzó cuando a fines de noviembre Elián fue encontrado por unos pescadores miamenses en el mar flotando sobre un neumático. Había sido colocado allí 48 horas antes por su heroica madre. Fue uno de tres sobrevivientes de esos naufragios que se dan un día sí y otro no en el Estrecho de la Florida.

En Cuba, su padre, Juan Miguel González, reclamó su derecho a hacerse cargo de su hijo, entregado por el Servicio Nacional de Inmigración a unos parientes lejanos en Miami quienes lo acogieron, lo mismo que un exilio militante que lo enarboló como bandera de su causa al saber que Fidel Castro se metió en el caso.

Juan Miguel González aparentemente fue sorprendido por la decisión de la madre, de la que se había divorciado, de sus intenciones de llevarse a Elián a Estados Unidos en una balsa. Lo que si está claro es que a pesar de la separación, los padres se llevaban bien y Juan Miguel se reunía con su hijo todos los fines de semana en el encantador pueblito de Cárdenas.

Por eso, cuando Juan Miguel se enteró que Elián había sobrevivido al naufragio que costó la vida a su madre, hizo lo que tenía que hacer, reclamó la patria potestad del niño, amparado en la ley de su país y la de Estados Unidos

Ya para entonces Fidel Castro tomó el asunto en sus manos y dio un plazo de "48 horas" a Estados Unidos para devolver el niño a su padre. En Miami el exilio se movilizó para no darle el gusto. La reunificación familiar, fue el principal argumento de Castro, quizás sin darse cuenta que precisamente su régimen ha dividido a la familia cubana desde hace 40 años.

Sin andar muy lejos, decenas de profesionales que desertaron en los últimos años de Cuba todavía no pueden traer al exilio a sus familiares más inmediatos. ¿Reunificación familiar?

Los familiares de Elián en Miami salieron de pronto de la oscuridad. Por su humilde morada en la Pequeña Habana empezaron a desfilar congresistas, políticos, grandes abogados, personalidades de todo tipo y un pequeño ejército de periodistas instaló su cuartel general enfrente de la casa para que el gran público no se perdiera ni un bostezo de Elián.

La fortuna también llegó de repente, porque si no, ¿cómo es que se justifica los honorarios a esas estrellas de la abogacía que empezaron a revisar todos los vericuetos legales y encontrar rendijas por donde meter el caso Elián con tal de que éste se quede en Estados Unidos?

Y así fue dilatándose el caso. La familia adoptiva se tomó en serio su papel y desafió al padre a venir a Miami y rescatar a su hijo. Juan Miguel llegó a Estados Unidos, pero tampoco se animó a venir a Miami, atado, como está, a la representación diplomática cubana en Washington DC.

Quizás también Juan Miguel recordaba la visita de las abuelas, quienes pasaron en Miami las de Caín antes que el tío-abuelo Lázaro y la prima Marisleysis les permitieran ver al menor.

La Secretaria de Justicia, cuando vio que las chicanerias y argucias legales se extenderian por sabe cuánto tiempo más, decidió actuar. Unos policías chambones podrían haber ejecutado una labor más discreta y eficiente. Los "Rambos" de la señorita Janet Reno actuaron como en una mala película de terror.

Entonces el exilio expresó su indignación a la excesiva demostración de fuerza. Vigorosos hombres y resueltas mujeres se lanzaron a las calles para enfrentar a los cordones policiales, con una valentía que jamás mostraron mientras vivían en Cuba.

Y es que quizás a muchos de ellos se les arruinó la fiesta. Esperaban que Castro, irritado porque no se le entregaba a Elián, abriera las compuertas de otro éxodo. Esos muchos, en el fondo de sus corazones, abrigaban para sí la esperanza de reunificaciones familiares.

Los políticos, que también han manoseado a su antojo el caso del balserito, también se quedan sin un filón para explotarlo con vistas a las elecciones de noviembre. No más fotitos, ni besitos con el niño.

Y en cuanto a los parientes lejanos, cuatro días después del reencuentro de Elián con su padre, pues siguen tocando la puerta que ellos no quisieron abrir.

Elián, con sus seis años, todavía no puede darse cuenta que fue una ficha de los resabios de una Guerra Fría aún vigente en el ardiente Caribe.