Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 6 de julio del 2003


LA INDEFENSA DEFENSORA

Por Hernán Maldonado

"También al elefante se lo come a pedacitos". La frase todavía retumba en mis oídos. Fue hace exactamente cinco años cuando Ana María Romero nos prometió que pondría a funcionar la novel institución del Defensor del Pueblo en Bolivia.

Fue un 9 de julio cuando escribí: "En los cinco años que durará en sus funciones, yo le deseo el más grande de los éxitos porque sé que el elefante que tiene al frente es de corcho y plomo".

Me preguntaba si Anamar, para sus amigos, podría lidiar dentro de un Estado como el nuestro con la mayor parte de sus instituciones ineptas y corruptas.

Fue difícil comerse al elefante. Casi todo sigue tal como estaba. Pero lo que es innegable es que puso en pie una institución que no existía. Lo que es más importante, le dio respetabilidad a su gestión. Tanto, que en los graves problemas sociales, la Defensora del Pueblo, junto con la Iglesia Católica y la Comisión de Derechos Humados, fue la institución más requerida para mediar u oficiar de facilitadora.

Particularmente creo que en algunos casos Anamar exageró su natural vocación de ser una voz de los sin voz. Por ejemplo, no me gustó su silencio sobre los brutales excesos de los cocaleros en Sacaba.

Transcurrido su periodo de cinco años Anamar, quizás creyendo que todavía puede aportar por el país, procura su reelección. Quizás por primera vez en su vida ve otro aspecto del horrible elefante, ese especialista en el golpe bajo, en el apetito subalterno, la canalla que sin disimulo quiere hacerla aparecer como la "Defensora del Puesto".

Si una comisión del parlamento estableció que entre todos los candidatos Anamar es la única con calificaciones de "excelente", entonces "¿por qué no se la elige de una vez? Pasa semana tras semana, se cumplen plazos constitucionales y nada de nada. El maniobrerismo político en su esplendor.

Estos días recuerdo como si fuera ayer cuando como compañeros de trabajo en Washington, en la United Press International, allá por los años 80, nos preocupábamos y analizábamos la situación del país y a veces yo me dejaba ganar por la desesperación y le decía más en serio que en broma: "Anita, creo que un día de estos escribiré otra versión de Pueblo Enfermo".

Anamar solía reconvenirme. Estaba convencida de que los males del país se podían solucionar, que había que superar el derrotismo, que teníamos una nueva generación de jóvenes capaces de sepultar el "olañetismo" que corroe a nuestra clase política. Era una optimista empedernida. ¿Lo seguirá siendo?





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