Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 1 de marzo del 2009


LOS CINICOS Y LOS INGENUOS

Por Hernán Maldonado

En varios de nuestros países, sobre todo en zonas marginales, pululan esos cínicos que llenan de grasa vegetal unas latitas o de agua unas botellitas y las venden a los ingénuos como medicinas milagrosas para curar desde un simple resfrío hasta el cáncer.

Si esos ingénuos se detuvieran a pensar sólo un poquito, lo menos que se preguntarian es porqué estos vendedores de ilusiones se ganan la vida desgañitándose en la calle, cuando podrian estar contando sus millones si fuera verdad que curan el cáncer.

Pero como no ocurre esto, los corderitos se rascan los bolsillos y le entregan al bribón hasta las monedas de su pan diario, esperanzados en que se curarán del hígado, del mal de ojo o que desaparecerán el hinchazón de los pies, las manchitas de la cara y el cáncer.

En materia política los vendedores de ilusiones ya no se paran en las calles o buscan un balcón ("Dénme un balcón y llegaré a la presidencia", solía decir el ecuatoriano José M. Velasco Ibarra… Llegó cinco veces), sino que ahora usan micrófonos.

Carapita es un barrio marginal de Caracas de unos 180.000 habitantes, la mayoria beneficiarios de bolsas de comida. En el reciente referendo, el 80 por ciento de sus electores votó a favor de Hugo Chávez quien, como candidato prematuro a los comicios del 2012, les ofreció solucionarles sus graves problemas de vialidad, alcantarillado, agua potable, salubridad, educación y empleo.

Al parecer nadie se preguntó ¿por qué Chávez no solucionó esos problemas en los 10 años de gobierno que lleva encima? Lamentablemente Carapita, en grande, es la Venezuela misma a la que el manirroto autócrata le acostumbró a la dádiva despilfarrando en una década la friolera de 894.000 millones de dólares. Antes de 1999 la mayoría en Venezuela vivia en la pobreza, ahora vive de la mendicidad.

Pero pónganle un micrófono al telepresidente para que cínicamente les convenza que los venezolanos están viviendo en jauja y que les diga que próximamente el país se convertirá en un potencia mundial. "Aunque el precio del petróleo llegue a cero, no nos afectará", grita enfervorizado. La masa lo aplaude clamorosamente. Nadie dice nada cuando al día siguiente admite que "vienen tiempos difíciles y duros".

Hay un viejo dicho según el cual en Venezuela no hay buenos ni malos gobiernos, sino buenos y malos precios del petróleo. Hasta julio del 2008 el precio se disparó a 147 dólares por barril. La bonanza permitió cuantiosos experimentos populistas paralelos a una corrupción galopante, de la que el caso del "maletín de los 800.000 dólares" es una ínfima muestra.

Ahora, con el barril de petróleo a 44 dólares (el crudo venezolano está por los 35.5), el tiempo de las vacas flacas asoma sus feas narices. Hay nubes de tempestad social. Hace 20 años, un 27 de febrero, el alza del precio de los pasajes y de los alimentos provocó el "Caracazo" con sus centenares de muertos y miles de heridos.

El telepresidente sostuvo el pasado fin de semana que esa asonada fue el gérmen de chavismo. Prometió que, de repetirse, los militares "nos uniríamos al pueblo pobre" (¿en los saqueos generalizados?). Lo que no dijo fue que los militares como él que están hoy en el gobierno (en ese entonces tenientes y capitanes y ahora generales), fueron los que ametrallaron al pueblo desbordado.





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