RP José Gramunt de Moragas




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Domingo 31 de marzo del 2013


LA DISTINCION MAS MERECIDA QUE NO SE LE DIO

Por Hernán Maldonado

El RP José Gramunt de Moragas acaba de recibir el doctorado Honoris Causae que merecidamente le otorgó la Universidad Católica Boliviana. Es un galardón más que se le otorga al gran sacerdote jesuita, maestro, colega y amigo nonagenario.

Hernán Maldonado y el padre Jose Gramunt de Moragas S.J. Cuando en Bolivia no existían escuelas de comunicación social, desde la "escuela Fides", Gramunt formó legiones de periodistas que le dieron brillo a la profesión, no solo en el país sino en el extranjero, muchos de ellos en agencias noticiosas mundiales como AP, UPI, AFP, dpa, INS y EFE.

Casi todas las distinciones le fueron dadas como fundador hace medio siglo de la Agencia de Noticias Fides, de la que sigue siendo su director, pero no como un defensor de la democracia con sus editoriales y aun a riesgo de su vida.

Fui testigo presencial de su valentía. Fue en aquellos aciagos días de la sangrienta rebelión encabezada por el coronel Alberto Natusch Busch el 1 de noviembre de 1979. Yo había llegado a La Paz desde Caracas como corresponsal de la United Press Internacional para la cobertura de la reunión de cancilleres de la Organización de los Estados Americanos. Eran días de muchas muertes. Los golpistas no terminaban de apoderarse del gobierno y el tambaleante régimen del presidente Walter Guevara Arze no terminaba de caer.

Los civiles que se oponían a la insurrección eran masacrados en las calles de La Paz. Varios países enviaron sus aviones para recoger a sus diplomáticos entrampados. El gobierno estaba convencido de que controlaba la situación. La realidad decía que no, porque las calles estaban desiertas. La bronca era mayor en el civilismo porque Bolivia, por primera vez en su historia, había conseguido un sólido respaldo de la OEA a su aspiración de recuperar su salida al mar. Guevara se mantenía en la clandestinidad y los militares no querían volver a sus cuarteles. La Iglesia Católica buscó que las partes llegaran a un entendimiento para evitar mayor derramamiento de sangre.

El padre Gramunt era el Secretario de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal Boliviana, y como tal estaba en la primera línea entre los mediadores. Como no había taxis y se disparaba contra todo lo que se moviera, había que tener extremo cuidado para movilizarse de un punto a otro en la ciudad. El jefe de mi oficina, Enrique Durand, nos llamó desde Nueva York al corresponsal de UPI en La Paz, Alberto Zuazo Nathes y a mí, no para sugerirnos, sino para ordenarnos que nos refugiáramos y no salgamos de nuestro hotel hasta que la situación se hubiera normalizado. Lo que hicimos nosotros fue rearmarnos de valor para seguir informando al mundo de lo que ocurría. Los militares cerraron West Coast, desde donde transmitíamos, pero Zuazo consiguió que pudiéramos hacerlo desde el télex ubicado en Ultima Hora, donde trabajaba.

Fue en estas circunstancias que vi a Gramunt caminando en medio de una balacera por El Prado. Los soldados tiroteaban la sede de la Central Obrera Boliviana. Lo que hice fue seguirle porque, sin quererlo, me llevaría a donde estaban reuniéndose los prelados con los negociadores. Así fue. La cita era en el colegio Don Bosco. Apenas escuchaba las voces de los allí reunidos. Era una reunión casi clandestina. Estaba por renunciar a seguir en el intento, mientras afuera arreciaban los disparos, cuando la puerta se abrió y me dí cara a cara con Gramunt. El no sabía que yo estaba en La Paz, pero sí qué es lo que yo intentaba y no le gustó mucho. Claro, allí estaba en otro papel, no en el del periodista. No conseguí lo que buscaba, pero ese día comprobé que Gramunt no le temió a las balas con tal de restaurar la democracia y la paz en Bolivia.

Este gran demócrata debía ser condecorado por Bolivia con su máxima distinción, el Cóndor de los Andes, pero no será. La mezquindad es lo que priva. Su delito: No haber vendido jamás su pluma ante gobiernos autoritarios, democráticos, dictadoriales, populistas, de izquierda o derecha. No importa. Gramunt se llevará a la tumba como la mejor distinción, el profundo agradecimiento de los que fuimos sus alumnos. Amén.