Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 16 de diciembre del 2007


RECOJAN SU "BASURA"

Por Hernán Maldonado

La flamante presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner se calzó los guantes de boxeo para una pelea que perdió en la balanza, al tratar de descalificar de plano lo que pudiera alcanzarle del escándalo producto del infame “maletinazo” venezolano.

Es una “operación basura”, dijo la mandataria a pocas horas de su posesión, al referirse a la detención en Miami de cuatro personajes a los que el fiscal Thomas Mulvihill sindica de haberse confabulado para presionar a Guido Antonini Wilson para que dijera que eran suyos los 800.000 dólares que le incautó la aduana argentina el 4 de agosto.

La señora Fernández, a cuya campaña electoral estaba destinado el dinero, según el fiscal estadounidense, se olvidó que fue su esposo el que abrió las averiguaciones administrativas (con la sumaria destitución de Claudio Uberti, director del Organo de Concesiones Viales) y que en materia judicial están a cargo de la jueza María Servini de Cubría.

Antonini, un empresario venezolano-americano, llegó al aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires con los 800.000 dólares. Lo hizo en un avión argentino fletado por ENARSA que había partido de Caracas llevando a bordo a Uberti, otros empleados de la compañía energética argentina y de cuatro venezolanos dos de ellos funcionarios de PDVSA y David Uzcátegui,el joven hijo de un alto ejecutivo de ésta empresa.

El avión partió de la rampa presidencial del aeropuerto de Caracas. Sus ocupantes debían desembarcar por una salida militar, pero por alguna razón fueron enviados a una puerta aduanera corriente, donde destectó el dineral la agente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, María del Luján Telpuk (sorpresivamente renunció después a su cargo y dice estar buscando trabajo).

Como la suma estaba siendo introducida ilegalmente (“son libros y papeles”, había dicho Antonini), el infractor debía ser penado con el decomiso del 50 por ciento del total y el problema se acababa. Las sospechas (de que podía tratarse hasta de lavado de dinero) empezaron cuando el corpulento venezolano-americano dejó la maleta y el mismo día viajó a Miami, vía Montevideo.

En Venezuela el escándalo levantó piedras, excepto para el gobierno. Parecía ser la gran prueba de la flagrante corrupción chavista en su empeño de exportar la “revolución bolivariana”. Se especuló que ese dinero iba a la campaña electoral de Fernández. Los opositores tenían algo concreto para sus denuncias de que el presidente Hugo Chávez financia a políticos extranjeros afines.

La prensa venezolana de inmediato identificó a una serie de personajes, como Carlos Kauffmann y Franklin Durán detenidos ahora en Miami, como íntimos socios de Antonini. Un trio muy ligado a negocios con el chavismo. Aunque todos no llegan o están por los 40 años, son millonarios (justamente ahora Kauffman y Durán reclaman en EEUU a un banco la congelación de sus fondos calculados en 25 millones de dólares).

La jueza Servini de Cubría pidió la extradición de Antonini, pero ya el hombre había sido “trabajado” por el FBI y quizás nunca será enviado a Argentina porque es “testigo bajo protección” estadounidense.

Los sabuesos federales armaron de micrófonos a su testigo y así pudieron grabar conversaciones comprometedoras que llegan hasta la vicepresidencia de Venezuela, su ministerio de Justicia y sus órganos de inteligencia, según Mulvihill. El chavismo, dolido por el jab al mentón que le metió la oposición el 2 de diciembre, ahora recibe un gancho al hígado que lo mantiene en la cuenta de ocho.

Lo que viene es para coger palco. Pero ya hay mucho vidrio roto, así que cada quien recoja su basura, porque como dice la líder opositora argentina, Elisa Carrió, “del ridículo no se vuelve”.





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