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Miércoles 27 de mayo de 1998


LOS GENERALES DE AIQUILE;
O UNA GENERAL DECEPCION

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami - Siempre me ha parecido ridículo cuando en un sepelio los deudos se deshacen en lágrimas por el ser querido al que en vida no honraron.

El terremoto que destruyó Aiquile y Totora ha puesto al descubierto la espantosa orfandad de medios en esas dos pintorescas poblaciones del valle alto cochabambino.

Los sistemas de comunicaciones casi inexistentes, al punto que las agencias noticiosas internacionales demoraron 20 horas en difundir al mundo las primeras tomas gráficas de la tragedia.

Y la madrugada misma del terremoto, esa falta de comunicaciones hizo que más de una agencia noticiosa informara erróneamente de "1,000 desaparecidos" (El Nuevo Herald de Miami).

El hospital de Aiquile no sirvió para nada. La verdad sea dicha. Los heridos debieron ser aerotransportados a Cochabamba.

Los que hemos vivido este tipo de tragedias y peores, como el huracán Andrew, sabemos que en estos casos, quizás por el pánico, la necesidad de agua es desesperante. En todo Aiquile no había un carro bombero.

Los paracaidistas del CITE, que demoraron 14 horas en saltar sobre la población destruida, lo hicieron porque Aiquile apenas si cuenta con una pista para el uso de avionetas.

Y en tan mal estado que el sábado y el domingo siguiente a la tragedia dos aviones se accidentaron.

Se podrá argumentar que ese estado de descuido es común a la mayoría de las poblaciones bolivianas que no son capitales de departamento, pero Aiquile debería haber sido la excepción a esa regla.

A fines de 1997 un diario de La Paz publicó un suplemento dedicado a este hermoso pueblo de los algarrobos, pacaes, charangos y guitarras. Allí se enumeraba a los aiquileños que triunfaron en la política, las ciencias y las artes.

Un capítulo aparte mereció - y la rareza parecía justificarlo - el hecho de que por alguna razón jamás explicada, Aiquile produjo una docena de generales de la fuerza aérea boliviana y de ellos, tres ocuparon los jefatura de la fuerza y otra media docena ministerios de diverso tipo en otros tantos gobiernos en los últimos 30 años.

Aiquile, la tierra de los aviadores, decía mas o menos el título del artículo.

¿Qué hicieron por su patria chica todos estos hijos ilustres?

Con el poder en sus manos, instalados en la gran ciudad, se olvidaron de las casas de adobe, de los techos de tejas, de esos cielos rasos de cañahuecas, de las paredes de barro.

Ahora vendrá la reconstrucción. La calamina, el ladrillo y el cemento fluirán a montones, pero la Aiquile pintoresca, colonial, nunca más será lo que era.

Asi que… a llorar como Boabdil.